Ellos y Palestina

Habría que buscarse un espacio en la lucha de Palestina, porque es el territorio donde se juega el mundo, el porvenir. No logro definir si el mundo comienza o termina en Palestina. De cualquier manera, es triste la ubicación de Palestina. Si es el comienzo del mundo es una larga vanguardia casi de soledad. Si es el final del mundo es un silencioso final casi como un derrumbe.

El enemigo es abyecto en Palestina. No logra triunfar. En otros lugares ha sido fácil, y hasta ha sido aclamado. El enemigo histórico del mundo, la razón capitalista, ha triunfado de muchas maneras sobre el otro y ha logrado que el colonizado —si sobrevive— bese, con orgullo, su mano.

Pero Palestina resiste con la potencia de los pueblos indígenas: entre el ser o el dejar de ser no queda elección: un pueblo desaparecido o zombie, desplazado o esclavizado y programado para el consumo, o la resistencia contra la barbarie y el genocidio.

Habría que buscarse un espacio en esa lucha porque el botín para los genocidas (llámense Israel, USA, Inglaterra, Francia, Alemania) es el mundo. Han quedado retratados, expuestos, en Palestina. En otros lugares se mimetizan o su violencia es aplastante y silenciadora. Poseen los medios, la censura, los lobbies, el dinero, las armas, las influencias, los colaboracionistas, el garrotaje, las transnacionales, la amenaza sistemática, la manipulación, la coacción, las alianzas ideológicas, el control sobre las simbologías y las ideologías de la normalidad del mundo donde se autonombran civilización y primer mundo …todo ello insuficiente en Palestina. Cada día salen a la luz las atrocidades del estado israelí en su desquiciada idea de borrar del mapa a esta población árabe y nos escandaliza del mismo modo el apoyo y auspicio de las potencias estadounidense y europeas al delirante proyecto sionista. Un ellos aparece en Palestina, contrario a la vida, a la niñez, a la población, al derecho internacional, a la sensatez, a la convivencia, al futuro, al planeta. No es que sea nuevo, pero ni la consciencia (moral) de la población mundial, ni la urgencia de otro planeta posible da para aceptar esta continuidad.

Un ellos supremacista. Sea por considerarse pueblo elegido de Dios, o —en el caso de los gobiernos de las potencias occidentales— por insistir en que la blanquitud debe dar derechos y privilegios por sobre los otros —de manera que esa emergencia constante de la colonización, el intervencionismo, o el control o asesinato de poblaciones sea minimizado en nombre de la civilización (considerada por sus portadores como acción de purificación o asimilación gratificante)—.

Un ellos, no obstante, que de otro lado nos sirva para hermanar las resistencias, donde se reconozca que en Palestina el mundo se juega una batalla crucial —quizá como Stalingrado— y, al mismo tiempo, donde las capacidades del pueblo palestino sean esa luz que habrá que seguir contra las neo-arremetidas de ese imperio de la (sin)razón y de muerte.

Redacción: Danilo Dueñas

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