El triunfo del SI en las tres primeras preguntas sobre “seguritización” del Estado es preocupante. Más poder para las fuerzas armadas no garantiza la seguridad, menos aun la mejora del sistema penitenciario, que es donde definitivamente radica el problema. La extradición resta soberanía y es riesgoso lavarse las manos de esa manera. Mayores penas implica mayor tiempo de permanencia en las cárceles, que de por sí, están saturadas y en cuyo interior habitan gran cantidad de personas privadas de libertad sin sentencia. El sistema penitenciario del Ecuador es uno de los más corruptos y negligentes de América Latina y nadie pone cuidado en ello.
La fórmula “A” más poder militar, más seguridad resulta hasta graciosa, pues sabemos que en las fuerzas armadas está enquistado el mismo crimen organizado :caso de desaparición de 12 misiles AK47 de la base naval de San Eduardo y el caso de la lancha de guardacostas que se negó a entregar 4 kg de cocaína que el mismo Comando Conjunto reconoce son pruebas fehacientes de ello.
¿A quién van a proteger entonces? A quien siempre han protegido?, a las grandes empresas, a los intereses particulares, no al Pueblo. El uso excesivo de la fuerza en paros y movilizaciones sociales de los cuatro últimos años, ha sido también rechazado por el Pueblo y criticado por varios organismos de derechos humanos. Ante esto, reflexionar sobre el nuevo rol del ejercito y ser veedores de que las vulneraciones de derechos humanos no continúen en aumento es crucial.
Duele en lo profundo ver, sentir cómo el país se desmorona bajo los hilos visibles de la corrupción, la ineficiencia y el hilo del sesgo político de dos tendencias que son de la misma naturaleza: el correísmo y el noboísmo.
Parecen dos gemelos jalándose de los pelos entre ellos, mientras el país delira pidiendo atención, pidiendo presencia estatal en salud, educación, trabajo. Un delirio en solitario que queda pisoteado por dos botas de la misma calaña, la de Noboa y la de Correa.
Autor: Ankuyariy
